La mayor parte de lo que se nos dice sobre el despertar suena como un argumento para vendernos la iluminación. Cuando tratan de vendernos algo, sólo nos cuentan los aspectos positivos, e incluso es posible que nos cuenten cosas que no son verdad. En el intento de vendernos el despertar, se nos refiere que la iluminación tiene que ver con el amor y el éxtasis, la compasión y la unión, y otras experiencias positivas. Suele estar envuelto en historias fantásticas, de modo que llegamos a creer que el despertar tiene que ver con milagros y poderes místicos. Uno de los argumentos de venta más habituales es la descripción de la iluminación como una experiencia de dicha. Consecuentemente, la gente piensa: “Cuando despierte espiritualmente, cuando sienta la unión con Dios, entraré en un estado de éxtasis constante”. Por supuesto, ésta es una comprensión equivocada del despertar.
El despertar puede ir acompañado de dicha, porque la dicha es un subproducto del despertar, pero no es el despertar mismo. Mientras vayamos buscando los subproductos del despertar, perderemos de vista la esencia. Esto es un problema, porque muchas prácticas espirituales intentan reproducir los subproductos del despertar sin lograr el despertar mismo. Podemos aprender ciertas técnicas meditativas —repetir mantras o cantar bhajans, por ejemplo— y se producirán ciertas experiencias positivas. La conciencia humana es extremadamente flexible, y al participar en ciertas prácticas, técnicas y disciplinas espirituales, puede generar muchos de los subproductos del despertar: estados de dicha, apertura, y así sucesivamente. Pero lo que suele ocurrir es que acabas únicamente con ellos, sin el despertar mismo.