Elógiate por tu capacidad para pagar las facturas del mes. Cada una de ellas significa que alguien confió en ti y en tu capacidad para atenderlas en su momento.
La confianza es el elemento intangible de la riqueza.
Cada vez que alguien deposita su confianza en ti, prosperas, pues obtienes una riqueza invisible. La vida también te concede «crédito» y te otorga la potencialidad de todas las posibilidades.
No les defraudes. Ellos confían en ti, pero ¿Y tú? Las personas que confían en sí mismas tienen fe en su habilidad para obtener lo que precisan en cada momento. Se sienten seguras de poder alcanzar sus deseos, sea cual sea su posición de partida.
Son capaces de prever la emoción, de sentirla como si fuera real, y luego eso sucede.
Hay quien posee mucho dinero y a la vez tiene una mentalidad pobre. Recluyen su dinero en cajas de caudales blindadas, donde está fuera del alcance de todo el mundo ¡Incluidos ellos mismos! Tienen dinero, pero no para gastarlo ni tampoco para invertirlo. Lo encierran y así detienen el flujo de la abundancia. No lo disfrutan.
Sólo lo usan para situarse por encima de los demás y para compensar su inseguridad. Pero aun así, tienen miedo ¡De perderlo!
Estas personas tal vez sean ricas, pero no son prósperas. ¿Sabes por qué? Porque se aferran a su dinero con la creencia de que si lo dejan escapar no volverán a poseerlo. Y así es.
En algunos casos, el dinero los hizo ricos momentáneamente, pero cuando gastaron su riqueza y ese dinero se puso de nuevo en circulación, volvieron a su posición anterior.
Quien es próspero siente una seguridad que nada tiene que ver con la cantidad de dinero que posee en la cuenta bancaria, ya que confía en su capacidad para generar más cuando sea necesario. Su verdadera riqueza le sigue dondequiera que vaya porque forma parte de su equipaje mental. La prosperidad capacita para ganar una y otra vez; eso es algo muy distinto a la riqueza.
Quien tiene un saco de peces es rico, pero aquel que posee la habilidad con la caña de pescar es próspero.
Expresando este pensamiento de otro modo: si pose es dinero no tienes por qué ser próspero, pero si eres próspero acabarás teniendo dinero.
Elógiate por haber gastado tantísimo dinero. Eso te permitió mejorar tu calidad de vida y obtener comodidades. Si no lo hubieras desembolsado, alguien no lo habría recibido. Intercambiamos cobros y pagos. Recuerda que tú lo recibiste un día porque alguien también lo gastó a su vez.
La prosperidad es circulación: dar y recibir. ¿Tres ejemplos? Llamamos «liquidez» al flujo de riqueza por que representa circulación; las monedas tienen dos caras y dos significados: dar y recibir; y los contables llaman «circulante» a un flujo que se va para volver de nuevo.
La abundancia es tal porque fluye.
Un río es infinito mientras su curso no se detiene.
La prosperidad es energía en acción que fluye como un río por nuestra vida; a no ser, claro, que insistas en lo contrario.
La mayoría de los problemas económicos pueden solucionarse no con una suma de dinero, como muchas personas creen, sino con una estrategia creativa: reduciendo gastos, buscando nuevos ingresos, aplazando pagos, compensando posiciones, obteniendo anticipos, renegociando, etc. Es decir, con imaginación. Y quien cultiva su imaginación, suele hallar siempre una respuesta creativa y apropiada a cualquier desafío.
Los hombres de negocios con mentalidad próspera lo saben a la perfección y utilizan términos como opción, futuros, permuta, titulización, recompra… Trabajan con conceptos cada vez más imaginativos, tras los cuales hay dinero, pero eso no significa necesariamente que manejen dinero.
Cuando afrontes un problema económico pregúntate qué necesitas para resolverlo: ¿Dinero o imaginación?
Existe un principio económico que afirma lo siguiente: «obtiene más quien pone su dinero a trabajar para él que quien trabaja para el dinero».
¿Cómo? Es simple: maximizando la satisfacción que produce y no pretendiendo una mayor cantidad de dinero.
Lo que cuenta en la vida es el gozo con que se vive, ya que «sólo nos llevamos, de la vida, la vida que llevamos».
¿Ganarse la vida o ganar vida?
Ésa es una pregunta difícil que cada uno debe responder. Todo es una cuestión de prioridades. Ninguna cantidad de dinero puede comprar ni un minuto de tiempo. Eso es algo que ya sabemos. Del mismo modo, tampoco puede comprar felicidad, ya que felicidad significa, ni más ni menos, amor por la vida.
A fin de cuentas, el concepto de valor es relativo. El valor de las cosas es algo muy distinto a lo que cuestan en realidad. Si algo vale el doble pero lo consigues por la mitad, mentalmente lo devalúas. Si no vale nada pero te costó muchísimo obtenerlo, lo revalúas en tu interior.
Si uno le pone un precio bajo a sus propias ideas, nadie se las comprará, porque no les reconocerán ninguna valía. Las personas prósperas añaden valor a su trabajo y eso los hace a ellos valiosos. Saben que la valía de lo que ofrecen es, por un lado, el doble del valor de su esfuerzo y, por otro, muchísimo más elevado que la valía de aquello que sabría hacer por sus propios medios quien lo compra.

El entusiasmo es el reflejo de nuestra valoración de la vida. Y quien hace esa estimación eres siempre tú. Sólo tú puedes pensar en tu mente y sentir en tu corazón, porque solo tú puedes vivir tu vida. De entre todas, la valoración más importante es la que mide el grado de satisfacción que sientes día a día.