Ya conoces a dos de tus mejores aliados: tu subconsciente y el campo de la potencialidad al que llamamos Inteligencia Universal. Ahora mencionaré al tercero de tus aliados: tus semejantes.
Aprende a estar en armonía con las personas de tu entorno. Recuerda que lo más importante de la vida son los seres que conocemos a lo largo del camino, ya que todo lo importante que nos ocurre tiene que ver con los demás.
Tus semejantes te apoyarán siempre que entres en armonía con ellos. Los corazones afines se reconocen y se amigan. Y entonces tienen la oportunidad de establecer el vínculo más importante entre dos seres: la confianza.
Las energías que se aúnan producen sinergias que multiplican los resultados que se obtendrían en el caso de actuar a solas y por separado. Merced a esas sinergias, uno más uno suman tres y, a veces, hasta cuatro.
La armonía y la confianza entre las personas constituyen factores indispensables para generar abundancia, porque accionan el interruptor de las sinergias.
Hay otro concepto muy importante y que se debe tener en cuenta: la «empatía». Significa ponerse en los zapatos de otra persona, es decir, saber interpretar los sentimientos de los demás y, en consecuencia, aceptarlos, te gusten o no, de un modo sincero. Es la llave que abre los corazones más celosamente cerrados.
Obra auténticos milagros.
La cuestión no está en tratarlos como te gustaría que te trataran a ti, sino en descubrir cómo desean ellos ser tratados. Tú ya sabes qué esperas de los demás, pero ¿Sabes qué esperan ellos de ti? Ponte en su lugar y lo sabrás.
Entenderás muchos «porqués».
El líder es un auténtico experto en personas, que no sabe necesariamente todo cuanto hay que hacer, pero tiene claro cómo rodearse de quienes sabrán hacerlo y, además, los motiva. Se muestra entusiasta con un proyecto y hace que cunda su ejemplo.
En las organizaciones, las personas con un elevado coeficiente emocional -índice de la inteligencia del corazón- están en lo alto del organigrama, por encima de quienes poseen un alto coeficiente intelectual -índice de la inteligencia de la mente-.
Es tu turno. Dispones de unas herramientas -visualizar, afirmar y escribir los deseos del corazón- con las que obtener maestría. Y cuentas con unos magníficos aliados -el subconsciente, el campo de la potencialidad y tus semejantes- con quienes interactuar. Ahora te queda lo más importante: realizar el trabajo que has venido a cumplir y a entregar a los demás.
De eso es de lo que trata la vida.
Cuando aprendías a andar, te caíste muchas veces. Si no te hubieras levantado entonces, hoy no sabrías andar y seguirías en el suelo. Te has caído -y con probabilidad volverás a hacerlo- no importa cuántas veces, porque te has levantado -y volverás a hacerlo- no importa cuántas veces más.
Un árbol tarda su tiempo en crecer. Un bosque es algo más complejo. Los cambios que planeas para tu vida también necesitan cierto tiempo y, sobre todo, requieren sembrar en tu mente aquello que deseas hacer crecer. Un bosque es un bosque gracias a muchos árboles. De la misma forma, el éxito es la suma de muchos pequeños aciertos y también de fracasos.
Has aprendido a perder y a ganar, a sobrevivir a tus decepciones, a superar el fracaso ocasional y a reponerte de las pérdidas. Sabes que cuando pierdes una suma, conservas tu habilidad para reponerla; es decir, cuentas con tu mentalidad próspera.
En la vida, como en los juegos de mesa, no ganas ni pierdes más que absurdas fichas sin valor. Lo que cuenta en realidad es aprender a jugar mejor y a disfrutar haciéndolo.
No te detengas en este momento en el que el crecimiento interior es tan evidente. Ten paciencia con la lógica confusión que siempre crea lo nuevo. Sin confusión no habría estímulo para el aprendizaje. Sé paciente y tenaz: eso te conducirá a tu oportunidad tras atravesar el tupido bosque de los inconvenientes.
La causa de fracaso más común no es la falta de capacidad o preparación, sino la tentación de abandonar a mitad del esfuerzo. En realidad, no somos víctimas de lo que llamamos fracasos; más bien creo que nos entregamos al abandono. Son cosas muy distintas aunque lleven a idénticos resultados.
La historia está llena de abandonos prematuros llamados injustamente «fracasos». Después, con el tiempo, surgió alguien que venía desde atrás con más impulso y culminó lo que nosotros dejamos a medias. La secuencia es como sigue: uno empuja y empuja hasta que está a un suspiro de tirar la toalla; pero en última instancia, resiste y no claudica. Y en ese momento ocurre el milagro.

Si abandonas o flaqueas no lo conseguirás nunca; pero si ni siquiera lo intentas, entonces ya has fracasado.