– La mayoría de la gente cree que su vida estaría bien con unos cuantos cambios – esta vez fui yo el que inicio la conversación- , que con un libro de superación personal, un cursillo de fin de semana o unas cuantas visitas al terapeuta, podrán arreglar eso que les impide ser felices.
– Esa es una idea muy de esta época: ahora todo debe tener una solución sencilla, rápida y, sobre todo, fácil. Cientos de libros de superación personal ofrecen “las siete leyes del éxito”, o “los siete hábitos para ser efectivo “, o “los cuatro acuerdos de no sé qué”; la idea que te venden es que con unos cuántos ajustes podrás mejorar tu vida de inmediato.
– Pero no sirven ¿O sí?
– ¿Puedes curar el cáncer con una aspirina?
– Por supuesto que no.
– Pues es lo mismo. El mundo en que vivimos está terriblemente mal, hundido en la indiferencia, la miseria, la injusticia, la inconsciencia. ¿Crees que ser altamente efectivo tenga algún efecto benéfico para esta situación?
– No, supongo que no.
– ¿Qué hay de alcanzar el éxito? ¿Crees que eso ayude a mejorar la vida del ser humano? ¿Crees que eso contribuya a que empecemos a respetarnos entre nosotros y a cuidar de la naturaleza?
– No claro que no. ¿Pero entonces dónde está la posibilidad de un cambio?
– En nuestras creencias básicas: los conceptos que le dan sentido y dirección a nuestra vida. Esta es una sociedad neurótica así que todo lo que la sostiene: sus valores, sus metas, sus creencias, son neuróticas.
– Solo si las analizamos conscientemente podríamos entonces elegir las que nos convencen y van con nosotros y las que no nos dan paz.
– Así es, muy bien. ¿Seguimos?
– Pues… si – dije tímidamente temiendo que continuaríamos con otro tema delicado.
– El concepto de dios.
– ¿Zaz! Mejor no, no te metas por ahí.
– Me tengo que meter por ahí ya que ese es uno de los conceptos que crean más conflictos en el hombre.
– No creo que quiera hablar de Dios.
– No vamos a hablar de Dios, hablaremos de uno de los conceptos de dios. Dos cosas distintas.
– ¿Cuál es la diferencia?
– Mira, hay en el mundo muchas religiones, algunas como el hinduismo tienen miles de dioses, otras como el islamismo, el judaísmo y el cristianismo solo uno y otras, como el Budismo Zen o el Jainismo, no creen que exista un dios. Unas creen en el cielo y el infierno, otras en la reencarnación y otras creen que esta vida es lo único que existe.
Así que hablar de un concepto de dios es hablar de cómo entiende cierta religión a su dios y a la vida.
– Muy bien, las formas en la que un grupo de personas ven a dios. Y cada una de ellas es diferente y cada grupo piensa que ellos tienen la razón.
– Así es, muchas personas en el mundo están dispuestas a matar o morir por defender el concepto que tienen de dios. Lo que mata no son las balas, son las ideas. En fin, seguimos.
Tú tienes una idea de dios que recibiste de tu sociedad. No lo elegiste, te fue forzado. Ese concepto está metido en lo más profundo de tu mente, y es bastante feo.
– ¿Cómo que feo? Si es un dios que nos ama y nos cuida.
– Tu dios, el dios que te han dado, no es un dios amoroso. Es un dios que te critica, que te juzga, que te castiga, que no te acepta.
Tu dios, el concepto de dios al que te han obligado a creer, no es un dios justo. Es un dios que te llena de limitaciones, de deseos, de instintos, de pasiones y después se enoja contigo porque respondes a ellas.
Es un dios lleno de contradicciones, que te dice que eres libre pero que si no haces lo que él dice sufrirás por toda la eternidad. ¿Qué clase de libertad es esa?
No es un dios compasivo, es un dios dispuesto a castigarte por los errores que cometes; errores que son el resultado de las limitaciones que el mismo te impuso. ¿Dónde está la compasión en eso?
– A ver, vamos por partes, ¿me obligaron a creer en ese dios?
–  Si, cuando eras niño y antes de que lo preguntaras siquiera, te hablaron de papá dios y te mostraron imágenes  suyas, te llevaron a lo que te dijeron que era su casa. Y lo peor de todo es que te empezaron a inculcar temor hacia él: “Se va a enojar diosito”. “Si dices mentiras dios te castigará”.
–  A mí me daba mucho miedo ir a la iglesia.
–  Caro que daba miedo, llena de imágenes de personas ensangrentadas, tristes y sufriendo. Te dijeron que te callaras y que estuvieras quieto. Parece que a ese dios no le gustan los niños que están llenos de vida. Esa es una religión que promueve la culpa y la tristeza. No hay una sola imagen en las iglesias de personas sonriendo o celebrando.
– Pues nunca lo había visto así.
–  Ese es el problema: Lo socialmente aceptado pocas veces es analizado.
¿Qué crees que siente un niño cuando le dicen que una persona que está clavada en una cruz, llena de heridas, murió por su culpa?
– Supongo que siente una culpa y un miedo terribles.
– Seguro que sí.
– Espera un momento, también tiene cosas buenas.
– ¿Cómo qué?
– Bueno puedes sentir que alguien cuida de ti y tus seres queridos.
– Por un lado, y por el otro que no tienes libertad ni privacidad, alguien te observa todo el tiempo, alguien siempre está al pendiente de tus actos y lleva un registro de todo lo que haces. Alguien te dice siempre lo que tienes que hacer.
– Pues sí, es muy pesado estar siempre “temeroso de dios” como dicen los mayores. Además sintiéndose desvalido y mal acerca de uno mismo. ¿Cómo es que nadie piensa en esto?
– Pues porque lo repiten como pericos, están llenos de miedo y prefieren ignorar las contradicciones, justificar los actos atroces de sus líderes religiosos; a sentir el miedo de hacerse responsable de uno mismo.
– ¿Qué tiene que ver ser responsable con dios?
– Pues que si simplemente aceptaste un concepto de dios sin cuestionarlo, si aceptaste un conjunto de reglas que te dieron otros, si las sigues por miedo al castigo, eres justamente lo que ellos quieren que seas: una oveja, un borrego. No eres responsable de nada.
– Y entonces… ¿existe un dios?
– ¿Quieres que yo te lo diga para que puedas repetirlo como perico? ¿Crees que esa es una respuesta que alguien puede darte? ¿Crees que es tan fácil como leer un libro?
Lo que me imagino, es que si existiera un dios te diría:
¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes de pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que bailes, que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa. Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
Deja ya de culparme de tu vida miserable, yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito ¿No me encontrarás en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme ¿me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar.
Si yo te hice, yo te llené de pasiones, de limitaciones, de incoherencias, de necesidades. ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear a un ser maligno que los lleve por el mal camino o un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios loco puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de moral, de cualquier tipo de leyes, esas son artimañas para manipularte, para controlarte,  y  solo crean culpa en ti.
Lo único que te pido es que pongas atención a tu vida, que el amor y tu estado de alerta sean tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para hacer de tu misma vida un cielo o un infierno.
No te podría decir si hay algo después de esta vida pero te puedo dar un consejo: Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gusto? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste?
Deja de creen en mí, creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amado, cuando arropas a tu hija, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar, cuando bailas como un loco.
Deja de alabarme, ¿Qué clase de dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes admirado, sobrecogido? ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir como tonto lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estas aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para que necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones lógicas?

No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy latiendo en ti.