El éxito está precedido por una retahíla de pequeños fracasos. Me gustaría poder asegurar que es de otro modo, pero no diría la verdad.
Cuando las cosas marchan mal, no estás solo; Dios te está llevando en brazos para protegerte. Pero también desea que desde esa posición veas con claridad y perspectiva cómo transcurre tu vida para que puedas reflexionar.
Cada vez que te equivocas es debido a algún motivo. Revisa tu plan y verás que, cuando algo falla, no es por mala suerte o por desgracia.
Estás pagando el peaje por haber tomado un camino equivocado. Y la vida te lo hace notar con un traspié. Ese tropiezo te prepara para otro nuevo intento, tal vez el del éxito. Un fracaso es el resumen de la información necesaria para mejorar el nuevo intento. Por esa razón, siempre afirmo que un error es la respuesta correcta a una pregunta errónea.
En un primer momento, toda adversidad parece un golpe definitivo, pero poco después se convierte en provisional a no ser que te empeñes en lo contrario. La desventura y la fortuna pasarán porque en el Universo nada permanece.
Al principio, los problemas se convierten en una montaña. Más tarde se encuentra el modo de escalarla. Siempre ocurre lo mismo: todos los problemas parecen mayores en un primer momento, pero después surge el modo de abordarlos y la montaña resulta ser una colina. ¡Y qué hermoso es el paisaje desde ahí arriba!
Perdónate por haber cometido tantos errores en tu vida; todos los cometemos. Incluye el verbo «fallar» en tu vocabulario y aprende a soportarlo, aunque no te acostumbres a usarlo. Y alégrate por el modo en que tus errores te han hecho crecer y prosperar espiritualmente.
Las adversidades nos hacen más fuertes.
Yo prefiero cometer un pequeño error a no hacer nada. Actúa, aun a riesgo de equivocarte. No eres perfecto, ni llegará el día en que lo seas.
No te obsesiones con la posibilidad de cometer un error y del fracaso ocasional. Por suerte o por desgracia, ambos llegarán en algún momento. Piensa que equivocarse forma parte de la experiencia humana.
Cuando eso suceda, sonríe porque no eres perfecto; los demás tampoco lo son.
Muchas personas nunca se sobrepusieron a un primer golpe y aceptaron una primera caída como una derrota definitiva; sólo algunos volvieron a intentarlo, pues comprendieron que no acertar al primer intento es algo natural. Poco después obtuvieron el éxito. La lástima es que hay una enorme desproporción entre ambos grupos de personas.
No te obsesiones si no lo consigues, pues también eso es para tu mayor bien. Revisa los deseos que se tradujeron en decepciones. Si fracasaron fue porque nadie necesitaba aquello; ni siquiera tú. Tal vez aún no, pero algún día lo comprenderás. Nos equivocamos
cuando el sentido de la dirección es inoportuno para nuestro proceso personal de aprendizaje.
Sutil, ¿No es así?
Cuando realizas tu elección, el Universo se pone en marcha para ofrecerte una nueva enseñanza: mueve pieza y espera tu reacción.
Quien posee una mentalidad próspera sabe que afrontará ciertas dificultades, pero también sabe que las resolverá en su momento. Conoce muy bien todos los errores que puede haber en una tarea porque los cometió -uno por uno- con anterioridad.
Alimentar la confianza en uno mismo es muy importante, ya que no importa tanto el problema como el modo de reaccionar ante el mismo. Un problema afrontado con la actitud correcta es una dificultad casi resuelta.
No siempre se gana, pero quiero que sepas que siempre se puede llegar a ganar. Todo es posible en su momento oportuno. Al fin y al cabo, hoy el hombre es capaz de realizar muchas cosas que hace algún tiempo eran imposibles.
«Imposible» es una palabra que desaconsejo utilizar.
Cuando uno no sabe cómo hacer algo, acaba poniéndole la etiqueta de «imposible». Pero con el tiempo, aparece alguien capaz de hacerlo y, al poco, se convierte en algo normal, en «lo que todo el mundo sabe». Y así pierde esa ridícula etiqueta.
Cuando un atleta establece una plusmarca, en los siguientes entrenamientos surge alguien que la supera, y el resto de sus colegas no tardan en igualarla. Cuando lo «imposible» pasa a ser «posible», lo es para todo el mundo.
Donde unos ven una imposibilidad, otros ven una posibilidad.
La mente próspera no parcela el campo de las posibilidades con palabras que limitan. Tampoco anda pidiendo a los demás, puesto que podría ocurrir que no escucharan, ni se arruga ante los inconvenientes. Hace que las cosas sucedan.
Y sí, es cierto: en ocasiones llegas el último a la línea de meta. Todos perdemos alguna vez. Pero, a veces, es bueno perder. Las cosas suceden por alguna razón. No ahora, pero en su momento sabrás el porqué.
Así es la vida: unas veces se gana y otras se pierde. Y en ambos casos, casi nunca pasa nada.
A fin de cuentas, lo que nos sucede es para nuestro mayor bien espiritual. Como dice aquel conocido adagio: «Somos seres espirituales en medio de una experiencia material. Y no al revés, aunque pueda parecerlo».

www.cehupnl.com
www.manuelmorin.com