–  Como el hombre piensa que está incompleto, busca en lo externo algo que le complete. Deberá entonces llenarse de títulos y llegar a ser un gran profesionista, o llenarse de dinero y llegar a ser rico o pasar horas y horas en el gimna­sio para llegar a ser como el este­reotipo que le presentan en la televisión.
–  Estereotipos que nada tienen que ver con la realidad. Y las po­bres mujeres que por falta de auto­estima y por seguir con las pautas de las revistas, se matan de hambre o sufren de bulimia y anorexia.
–  Debido a esas imágenes de la televisión y el cine, nos vemos en el espejo y rechazamos la imagen que nos refleja porque no se acerca siquiera a eso que nos han dicho que es hermoso.
– Nos bombardean por todos lados con más mensajes de minusvalía.
– Por todos lados. En la religión también: te dicen que tienes que imitar a Jesús, pero, tú no puedes ser Jesús porque tú eres tú mismo.
Ese es también otro circulo vicioso de auto-rechazo.
– Te ponen un modelo inalcanzable.
– Exacto. Le rezas a dios para pedirle algo y cuando no te lo concede, ¿de quién es la culpa?
– Mía por supuesto, porque soy un pecador.
– ¿Lo ves? Los estereotipos que te da la religión para mantenerte persiguiendo la zanahoria son los santos que tampoco tienen nada que ver con la realidad.
–  ¿Y por qué hacemos esto? ¿Por qué buscamos desesperados lo que creemos que nos hace falta en lo externo?
– Porque te han condicionado también a alejarte de ti mismo, a estar siempre distraído de tu ser. A depender de otros.
Vives a través de otros porque no soportas tu propia compañía. Tus metas no te satisfacen si no hay alguien ahí que las reconozca. Tus sentimientos de valía vienen de compararte con otros, si eres mejor que alguien, te sientes bien; si no lo eres, te sientes mal.
Es por eso que vives pegado al televisor, viviendo, sintiendo y sufriendo… ¡la vida de otros!, las alegrías, los logros y las miserias… ¡de otros! No te das cuenta que es justamente así como estás siendo programado.
Es por eso que nadie puede estar solo o en silencio. Les aterra lidiar con ellos mismos, tienen siempre la televisión prendida, los jóvenes llevan siempre puestos sus audífonos a todo volumen. Hacen lo que sea con tal de mantenerse distraídos de ellos mismos.
– ¡Distraídos de la única oportunidad de recuperar su dignidad y su valía!
– ¡Lo entendiste mi amor! Nadie ni nada puede darte lo que necesitas. Simplemente tienes que darte cuenta que debajo de toda la basura que pusieron sobre ti, debajo de todos los condicionamientos e inseguridades; detrás de la máscara, se encuentra tu rostro original, siempre bello, siempre perfecto.
En el centro de tu ser está todo el amor que necesitas, ahí está tu conexión con lo divino, ahí está la paz, el bienestar, ahí están todas las respuestas.
–  Ahí recuperamos nuestra belleza, el respeto por nosotros mismos y nuestra inocencia.
–  Cuando Jesús dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí que de ellos serás el reino de los cielos”.  Se refería a recuperar la inocencia de cuando eras un niño y el “reino de los cielos ” es la paz interior, es el centro de tu ser.
Cuando él dijo, “yo soy Dios “, ¡hablaba por todos nosotros! Cuando dijo, “Yo soy la luz, la verdad y la vida “, ¡hablaba de todos nosotros!
– Yo soy la luz, la verdad y la vida –  repetí sorprendido.
– Todos lo somos.
– Te pregunto algo y no quiero que evadas la respuesta de nuevo. ¿Por qué me llamas ahora “mi amor”?
– Porque yo soy tú y tú eres yo. Así es como debe de hablársele a uno de los niños de la vida. Si no eres tú quien te empieza a tratar con amor y respeto, nadie lo hará por ti. Tú eres un emperador, el amo de tu propia vida.

– Gracias – le dije conmovido- … mi amor.